sábado, abril 20, 2024
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El PRM es un mal hijo del PRD#SDQPeriodicodominicano TV

POR JAVIER FUENTES

Esa Ilusoria Imagen que Llamamos “YO”

Todavía estamos a tiempo de no seguir persiguiendo y maltratando con mezquindad partidaria y de gobierno a los que apoyan al Dr Guido Gómez Mazara.

Con esta ilustración fantasiosa nos acercamos a analizar una realidad: Marielena no le quitaba el ojo a su espejito ovalado. Inclinaba la cabeza a la izquierda, luego a la derecha; estiraba el brazo que lo sostenía, luego lo acercaba.

Parecía no encontrar lo que buscaba. Dejó a un lado el espejito de mano y se fue frente al espejo grande de la pared.

No satisfecha aún, prosiguió sus intentos con ambos espejos.

“La observé por varios minutos. Se dio cuenta que la miraba, pero no pareció importarle”.

Al fin interrumpí su estado de concentración. <<¿Qué buscas?”, le pregunté>>.

“Quiero verme a mí misma”, fue su respuesta, dada con toda naturalidad. Casi no me miró al hablar.

<<¿Quieres verte a ti misma?>>, repetí maquinalmente, tratando de entender lo que me quería decir.

<> Se volvió hacia mí con angustia en el rostro.

<<¿Qué no puedes lograrlo?>>, repetí nuevamente, esperando que me dijese algo más.

“Quiero ser la persona que veo mirándome en el espejo, pero no lo puedo lograr”, me explicó.

<<“Y si fueras la persona del espejo y te estuvieras mirando, ¿qué verías?”>>, le pregunté.

“¿No lo sabe?”, inquirió un tanto confusa. “Vería lo que otros ven cuando me miran”.

“Ah, entonces podrías darte cuenta de quién eres en realidad”, agregó.

<<“Claro, ¡por supuesto!”, afirmó como si yo debiera haber sabido lo que intentaba. “¡Pero no puedo meterme dentro del espejo»! Si sólo pudiera ser la persona que veo mirándome, sé que descubriría quién soy”>>.

La necesidad intensa, de Marielena, de sentir su valía y dignidad como persona había contribuido a su enfermedad mental.

Quería usar los espejos para descubrir alguna evidencia tangible de que era una persona aceptable.

En vez de autenticarse alternando sanamente con los demás, erróneamente se buscaba en un espejo.

En cambio muchos que jamás han recibido tratamiento por enfermedad mental -y que probablemente nunca la reciban-, comparten esta dificultad en sentir su valía como persona.

Sentirse uno molesto respecto a su propia identidad no implica una enfermedad mental, pero sí nos sugiere la posibilidad de una inseguridad emocional.

Aquí nace esa Ilusoria Imagen que llamamos “YO”

Hay una nebulosa imagen de nuestro yo, de nuestro ser, en esa parte de nuestra mente donde se generan nuestros conceptos que nos hace querer llegar a conocer a ese ser, ese “yo”, y nos la pasamos tratando de disipar esa niebla para poder definir el perfil de esa imagen de cuándo en cuándo la sensación del yo emerge, pero por lo general elude completamente nuestra capacidad de definición.

Hay tres preguntas que definen la conciencia del ser

Hay tres preguntas que a menudo se presentan en nuestro pensamiento: “¿Quién soy?”, ¿Qué soy?” y “¿Por qué soy?” Estas preguntas definen nuestra percepción de lo que somos.

Y explicamos brevemente.

“¿Quién soy?” es la pregunta que señalan las marcas de identificación que nos distinguen de otras personas. Nuestro nombre es una señal de identificación. Cuando nos preguntan quiénes somos, generalmente respondemos dando nuestro nombre. Otras características tales como nuestra altura, tamaño, peso, sexo, color de piel, nacionalidad, habilidades y realizaciones sirven también para identificarnos.

Estos factores definen nuestro sentir individual de ser una persona.

“¿Quién soy?” es la pregunta que señala nuestro rótulo entre la gente. La respuesta puede ser, a veces: “Soy un esposo”, “Soy una esposa” o “Soy soltero”; en otras ocasiones diremos: “Soy maestra”, “Soy hombre de negocios”, “Soy abogado”.

Estas preguntas también pueden señalar cómo se nos valora: bien o mal, regular o insatisfactorio, dignos o indignos, superior o inferior.

“¿Por qué soy?” es la pregunta que señala nuestra razón de ser o vivir.

Cuando hacemos esta clase de pregunta estamos pensando en metas y motivaciones. Decía alguien, por ejemplo: “No puedo desenvolverme en la vida si no tengo una razón o meta que me mueva”.

Todos estamos constituidos de tal forma que necesitamos sentir la seguridad de que nuestras vidas valen de algo. Nos preguntamos “¿Por qué estoy aquí?”, “¿Por qué hago esto?”, “¿Para qué nací?” o “¿Por qué me tuvo que pasar esto a mí?”.

-Queremos saber que tenemos significación, que nuestros esfuerzos, disciplina y sacrificio tienen valor-. De otro modo resultaría que nos hemos esforzado tontamente para nada, lo cual denotaría fracaso e inutilidad.

Siempre nos parece que las respuestas a estos ¿Quién, Qué y Por qué?, no son lo suficientemente concluyentes. Tanteamos a veces en busca de una respuesta mejor. Queremos conocernos más a fondo.

Citamos ejemplo a modo imaginario: Gabriel era obeso. Había presentado solicitud de matrícula en tres facultades distintas de medicina y le habían rechazado en todas. Era buen estudiante, y había aprobado los respectivos exámenes de ingreso con altas calificaciones. Al principio, luego de entablar correspondencia con cada universidad se sentía esperanzado; pero más tarde, al presentarse para la entrevista personal, lo descalificaban de la competencia. Uno de los entrevistadores fue lo suficientemente gentil como para explicarle: “Cuando haya rebajado unos 45 kilos de peso, tendrá muchas probabilidades de ser aceptado en nuestra facultad”.

Gabriel había intentado bajar de peso otras veces, pero ahora tenía que hacerlo. Sabía quién era, sin lugar a dudas. Sabía qué era: un buen estudiante, sólo que “demasiado gordo”. De lo que no estaba seguro era por qué tenía que ocurrir todo esto. ¿Era para que pudiera gozar de un mejor estado de salud y de una vida más prolongada? ¿Le pasaba para que pudiera sentir en carne propia los problemas de la gente obesa? ¿O era quizás una señal de que algún día debería especializarse en el tratamiento de la obesidad?

Sí nuestras mentes funcionan como corresponde, por lo general tenemos un concepto claro de quienes somos. Es algo más problemático sentirnos satisfechos con nuestra respuesta a la pregunta qué.

Hemos adquirido diversas habilidades e incluso podemos rotularnos, como «estudiante» o «trabajador» o «patrón» o «propietario», pero ningún rótulo es lo bastante completo. La pregunta es por qué se nos hace más difícil. Tenemos metas inmediatas y a largo plazo. Y hay que tomar en cuenta la posibilidad de que Dios superponga a nuestros planes alguna meta hasta el momento desconocida. Y cuando afrontamos repentinamente una situación abrumadora, fuera de nuestras posibilidades de control, ahí sí que nos sentimos muy conscientes de esa razón desconocida de nuestra existencia.

Toda persona tiene alguna opinión de sí misma. A veces escuchamos en una conversación la expresión: «Así soy yo». Esta frase se utiliza para explicar una forma de comportamiento o como defensa para eludir responsabilidades.

Citamos el ejemplo de cómo describe Leonardo su tallercito en el garaje: «Tengo todo en su lugar. He puesto ganchos en la pared para cada herramienta con el perfil pintado; no hay nada tirado allí. Cuando uso algo, siempre lo coloco nuevamente en su lugar. Así soy yo».

Elsa, en cambio, nos ilustra cómo se usa esa misma frasecita para rehuir responsabilidades.

Ella afirma que: <>.

En resumen, quizás no creamos tener una opción muy clara respecto a nosotros mismos, pero por lo general nos conocemos lo bastante bien como para explicar de qué manera hacemos las cosas o qué sentimos usualmente ante cierto conjunto de circunstancias.

Esa imagen que todos tenemos de nosotros mismos es lo que llamamos autoconcepto. Es el cuadro mental de la identidad de nuestro yo.

La identidad de nuestro yo es ese sentido de «Yo soy» como persona.

El auto-concepto se produce a través de los años en base a una diversidad de experiencias.

Puede que algunas de estas experiencias hayan sido olvidadas hace mucho; sin embargo, aún ejercen influencia en nuestro pensar y sentir respecto a nosotros mismos.

El autoconcepto consiste en sentirse alguien.

El auto-concepto está constituido por muchos recuerdos. Creo que podemos dar por sentado que la mente inconsciente jamás olvida una experiencia.

Quizás no pueda siempre traer a colación de inmediato algún recuerdo, pero ese recuerdo está siempre allí en la memoria.

Nos sorprende, a veces, al cambiar el contexto de la asociación de ideas, con qué claridad podemos recordar incidentes que habíamos creído totalmente olvidados.

Casi todos tenemos numerosos recuerdos de situaciones en las cuales se nos tuvo en alta estima como personas de gran valía.

Lo más cierto es que hasta se nos llegó a considerar héroes en alguna ocasión.

Pero hay también otros recuerdos no tan placenteros de cuando fuimos apenados por una humillación, o aplastados emocionalmente. Los recuerdos, buenos y malos, se congregan en la mente a fin de influenciar nuestro actual autoconcepto.

Espero que esta reflexión sobre el auto-concepto sobre el PRM, que es un mal hijo del PRD, lo haga entender el momento en que históricamente lo ha colocado la circunstancia.

Juan Bosch; en la biografía de un rey refiriéndose a David en el antiguo Israel, nos plantea sobre esos acontecimientos extraños e inexplicables racionalmente de nuestra existencia a los que algunas veces llamamos «misterio»; «que la circunstancia te va convirtiéndo en objeto de la historia y que luego la historia te convierte en instrumento del destino»

Porque si el PRM pierde de la Fuerza del Pueblo, debería saber que jamás volverá ni cerca del Palacio Presidencial en este siglo.

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